miércoles, 26 de marzo de 2008

Avanzar y resolver, más que condenar (Victoria Mendoza Psicoterapeuta)


La condena, viniendo de una o de otra parte, siempre queda a medias y no abarca ni todas las verdades ni todos los dolores, siempre queda al gusto de quien desee condenar
Apesar de que Zapatero asegura haber acabado con ETA, los atentados continúan sin que los políticos avancen absolutamente en una posible solución de conflicto.
Encarcelar, torturar, dispersar e ilegalizar por doquier por parte de un gobierno antidemocrático no ayuda en lo absoluto a que las cosas mejoren, ni mucho menos a que el conflicto vasco se encamine a una posible solución. Suspender funciones de un partido, prohibir marchas o manifestaciones de un sector o las tantas irregularidades en detenciones y juicios masivos y absurdos, así como la falta de diálogo, no hace más que agravar la situación que se vive en Euskal Herria. Es urgente, necesario e importante que los políticos se atrevan a ir más allá de lo mal que han hecho las cosas, es hora de cambiar muchas estrategias políticas.
Independientemente de la pertenencia a un partido u otro, debemos atrevernos a mirar más allá de lo que vemos, a hablar y a decir más de lo dicho hasta ahora. Estoy segura de que no todas las personas del PP han estado o están de acuerdo con la guerra de Irak y con los tantos muertos que ha ocasionado esa invasión. Estoy segura de que no todas las personas del PSOE están de acuerdo con todas las detenciones, torturas, dispersión de presos, ilegalizaciones y macrojuicios de todos los que hasta el momento siguen siendo detenidos no por atentar contra la vida de nadie, sino simplemente por pertenecer a la izquierda abertzale o a determinado partido.
Estoy segura de que ni el PNV, ni la izquierda abertzale, ni Izquierda Unida, ni Aralar, ni EA, ni cualquier otro partido del País Vasco desea más atentados, ni más conculcación de derechos, y que tanto unos como otros demandan el derecho a decidir su futuro político, derecho a una democracia representada por todas las sensibilidades, derecho a que sea el propio pueblo quien determine su vida política.
Empecemos por quitar la palabra «condena», ya que la condena, viniendo de una o de otra parte, siempre queda a medias y no abarca ni todas las verdades ni todos los dolores, siempre queda al gusto de quien desee condenar.
Hay un conflicto, una guerra que separa, divide, aniquila, hay varias partes lastimadas y perjudicadas, hay muchos y diversos asuntos que condenar, y cada parte tiene su razones y sus motivos para condenar; por lo tanto, es una de las palabras que debería de desaparecer de la boca de los que realmente quieran avanzar y resolver un conflicto. Le han dado demasiada carga emocional y tiene un gran peso según quien la diga o quien no la quiera decir. Si alguien es capaz de condenar con la misma intensidad un atentado que una tortura o cualquier otra irregularidad y conculcación de derechos, es ahora la persona más idónea para empezar a hablar y a manifestarse, es quien realmente puede comenzar una posible resolución de conflicto. Si no hay esa capacidad de condenar un todo, quitemos esa palabra para poder avanzar realmente.
La resolución de conflicto es dialogar, acordar, corregir, comprometerse y cumplir. Comencemos a ser responsables, inteligentes y justos política y socialmente.

lunes, 24 de marzo de 2008

Imanol Olabarria Bengoa Miembro de Gasteizkoak

Experimentando
Opino que el País Vasco constituye hoy un terreno experimental en la demolición social del tejido asociativo, y que ello, ampliamente orquestado, supone un aviso a navegantes... que quisieran experimentar su libertad en un nuevo modelo de vida o marco de convivencia
Cuentan que para realizar un experimento, se introdujo una rana en una olla con agua muy caliente. La rana, instintivamente saltó fuera. Cuentan que para realizar un segundo experimento, se colocó a la rana en agua templada en la que, a pesar de no encontrarse cómoda, no se movió. Y aumentaron la temperatura de forma lenta pero constante. Poco después se vio a la rana hacer un movimiento... y flotar inerte.
Hace un tiempo el Fiscal General Jiménez Villarejo -cesado por Aznar en el 2003- decía que el Estado español, alentado por los EEUU, caminaba a un cierto estado de excepción. Hacía referencias a la inconstitucionalidad de la anulación de las listas de ANV, denunciaba las torturas, la Ley de Partidos que «elimina ataduras democráticas» y la dispersión de los presos políticos. A la vez manifestaba la falta de independencia de los poderes del Estado, y el torpedeo del proceso de paz por parte de jueces. Poco después leía a Raúl Zibechi, escritor uruguayo, que bajo la excusa del terrorismo vivíamos «una guerra civil legal» a nivel mundial o un estado de excepción permanente, y que las izquierdas abandonaban su identificación con los pobres y represaliados, mientras potenciaban planes sociales... asistenciales. En términos parecidos se han expresado Alba Rico, Ripalda, Fernández Liria, por citar algunos pensadores españoles que alertaban sobre el riesgo de aceptar que el estado de derecho tenga burbujas y zonas de excepción en el País Vasco, sin calibrar sus consecuencias en Madrid, Cádiz, Sevilla...
Opino que el País Vasco constituye hoy un terreno experimental en la demolición social del tejido asociativo, y que ello, ampliamente orquestado supone un aviso a navegantes... que quisieran experimentar su libertad en un nuevo modelo de vida o marco de convivencia.
Los administradores del poder, elegidos por nosotros, que no podrían imponérsenos a botepronto como ellos quisieran, lo hacen de forma selectiva, gradual y sin pausa. Así, como en el segundo experimento nos hallamos en un momento crítico, debatiéndonos entre la pasividad, el miedo y la muerte social. Quedaron olvidados el nuevo Código Penal, las reformas de pensiones, los pactos sociales, los torturadores condecorados, las jóvenes de Segi, Jarrai y Haika condenados, los no tan jóvenes del 18/98... ¿Y mañana?
Ya se aprestan a levantar macrocárceles con capacidad para 18.000 seres humanos, mientras ponen nuevos cercos a la inmigración. ¿Seguirán los derechos sociales y colectivos sometidos a la arbitrariedad de los jueces? ¿Los hombres de negro, cara tapada y armados, seguirán acusando de violentos a quienes exijan sus derechos? Las Fuerzas Armadas del «muera la inteligencia», ¿cuánto tardarán en ser aupados en la democracia a impartir títulos de grado y postgrado? Llegados a este punto, uno no puede menos de recordar aquella pancarta: «con estas democracias, para qué dictaduras». Temo que como la presión y el acoso se están volviendo insoportables, y lo deseable imposible, habremos de prepararnos para situaciones más indeseables.
Creo que se impone de forma urgente una reflexión colectiva en torno al miedo, que constituye el mensaje del sistema y del que Galeano hace la siguiente descripción: «El Miedo anda suelto/ el Miedo seca la boca, moja las manos, mutila/ el Miedo al saber nos vuelve crédulos, nos condena a la ignorancia de cuanto sucede aquí y allí/ el Miedo a hacer, nos condena a la impotencia y a los abusos del poder». Los políticos, jueces, dictadores, militares, nos convierten en sordomudos.
Para terminar, algunas sugerencias surgidas de la lectura de Patricia Rey. Más o menos decía que cuando la llamada a lo colectivo no tiene quien le escuche, cuando la distancia es tal que ni a gritos no oímos, entonces estamos solos entre barullo de voces, constituyendo los solitarios, muchedumbre. Hoy que el sistema poco o nada ofrece, el miedo es su mensaje. Tememos la exclusión y la criminalización desde la soledad que produce el individualismo. Es preciso resistir a la utilización de nuestros miedos. Nuestro miedo, nacido de y contemplado desde la soledad, pierde todo su potencial en palabras, gestos, negociaciones, divanes... al no ser contemplado en su variante sociopolítica y dimensión colectiva.
Hoy, quizás, los tiranos no temen tanto a quienes hablan sino a cuantos callan. Y son principalmente la palabra, la participación, la delegación, el voto... los pivotes sobre los que se monta su farsa. Quizás... el silencio, la zancadilla, la nocturnidad, la indiferencia, el cortocircuito, el desprecio al poder, el mirar abajo y a la izquierda, el estrechar lazos, tejer redes entre nativos e inmigrantes, volverse quinta columna, el ser uno mismo, el mandar obedeciendo pueda contribuir a vislumbrar nuevos horizontes y herramientas que rompan nuestra debilidad y soledad.

El Aberri Eguna de uno y el de todos


Cerca en el tiempo pero lejos en los hechos quedan los años en que el PNV aprovechaba el Aberri Eguna para exhibir su perfil más abertzale, generalmente de modo ciertamente impúdico y contradictorio con su praxis diaria. Las proclamas soberanistas o directamente independentistas de líderes como Xabier Arzalluz acaparaban titulares. En realidad, eso y no otra cosa es lo que corresponde a tal conmemoración. Salvando todas las distancias, los españoles exaltan su identidad nacional, su soberanía, su territorialidad, su lengua, su bandera y su historia el 12 de octubre, y otro tanto hacen los franceses el 14 de julio.
Por eso no deja de llamar la atención que el PNV de Iñigo Urkullu eligiera precisamente la fecha de ayer para oficializar su oferta de acuerdo al PSOE. Una propuesta que se formula como propuesta de consenso entre Euskadi -que no Euskal Herria- y el Estado español, pero que en realidad no constituye más que una prolongación de los pactos históricos entre dos partidos concretos. Dos partidos que se necesitan y se apoyan mutuamente para apuntalar el actual estatus una vez remozado, siguiendo la vieja técnica del «cambiar algo para que todo siga igual». Una fórmula en la que la reivindicación del derecho a decidir, asumida con claridad por la mayoría de la ciudadanía vasca e incluso a veces de forma dialéctica por el propio PSE, queda reducida a categoría de adorno. Una fórmula que deja al margen la opción de la independencia, lo que significa a todas luces prolongar el veto actual. Y una fórmula que sigue manteniendo troceada a Euskal Herria.
Mientras tanto, la esencia del Aberri Eguna se mantuvo intacta en un escenario significativo, rompiendo la muga entre Irun y Hendaia, y reivindicando con claridad lo que siempre se ha demandado en este día: que Euskal Herria es un país, que lo forman siete territorios y que debe ser soberano para decidir qué quiere ser.
El PNV no sólo lo celebró a su manera, sino también en solitario. El Foro de Debate Nacional, por contra, reunió a abertzales de diferentes sensibilidades. Es otro dato significativo, y también esperanzador.